Este ensayo tiene por
objeto mostrar cómo recibieron los habitantes originarios de Centro y
Sudamérica sus primeras enseñanzas religiosas de parte del 'Viejo
Mundo'. También muestra la naturaleza de tales enseñanzas recibidas, las
que han perdurado hasta el día de hoy. En el presente, algunos de ellos
han contrastado esas ideas con lo que enseña la Biblia, y se han dado
cuenta que las Escrituras les ofrecen un mejor camino que lo que ellos
heredaron de sus antepasados.
De
este modo, las enseñanzas religiosas que algunos predicadores dieron,
tanto antes como después de Colón en el 'Nuevo Mundo', son el reflejo de
esa época.
"A
España le correspondió la dramática parte de "descubrir" el Nuevo Mundo
en los siglos XV y XVI; y en el cumplimiento de esta importantísima
misión, el peculiar carácter de la nación se desarrolló en una línea
dura y definida. Los adoradores de Dios y de las riquezas quizás nunca,
en toda la historia del mundo, se habían combinado de una manera tan
pintoresca e imponente. Con un crucifijo en una mano y una espada en la
otra; con un ojo en el oro y el otro en la plata que encontraron en su
camino; pocos en número, pero poderosos en fe, y llenos de la placentera
esperanza de riquezas de este mundo, o del cielo en el mundo venidero,
los conquistadores españoles cometieron pillaje en los templos,
saquearon las viviendas, torturaron y quemaron a soberanos y
nobles,instalaron cruces e imágenes de la Virgen en recintos de los
ídolos paganos, celebraban misas a los desconcertados nativos,
persuadiéndolos a que se sometieran al rito del bautismo, a que
recibieran la eucaristía, que se persignaran, y se inclinaran ante la
Virgen, e incluso mostraban la cruz a sus víctimas para que la besaran
mientras los quemaban atados a una estaca acusadosde ser paganos,
infieles, y traidores" (De una Publicación en Richmond,USA, en 1851).
Los
españoles que vinieron a Centro y Sudamérica y conquistaron estas
tierras con la espada trajeron consigo a sacerdotes católicos romanos.
Los cuales, en su celo por establecer sus propias creencias entre los
habitantes nativos, usaron de su impunidad para destruir prácticamente
todos los anales de los nativos escritos acerca de los primeros
habitantes de la tierra. Esta impune acción permanece como un ejemplo de
la manera equivocada de promover la obra del Señor. Ellos también
demostraron ser totalmente intolerantes con las creencias religiosas de
los nativos, ¡a pesar de que esas creencias eran sorprendentemente
parecidas a las suyas! Como no podían concebir que los nativos tuvieran
enseñanzas "cristianas" antes de la llegada de los invasores españoles,
no encontraron nada mejor que atribuir esas ideas "cristianas" a la obra del Diablo. Respecto a esto, un cronista colonial escribió:
"Ese
mismo año descubrieron otros castellanos la tierra de Campeche, donde,
en un oratorio en que los indios tenían muchos ídolos, hallaron cruces
pintadas, de que quedaron no menos alegres que maravillados, viendo la
luz entre las tinieblas, y al lado de Belial los trofeos de Cristo, que
con la llegada de los españoles, mediante la predicación del Evangelio,
fueron conocidos de aquellos bárbaros y echados de aquel lugar y tierra
los simulacros del demonio que antes adoraban" (Alonso de Ovalle, Histórica Relación del Reino de Chile, Instituto de Literatura Chilena: Santiago de Chile, 1969), p. 152. Publicado originalmente in italiano en Roma en 1646.
Que
los habitantes precolombinos de América ya tenían un conocimiento del
evangelio, independiente de lo desfigurado que estaba, es un hecho bien
establecido por antiguas tradiciones escritas y orales. El cronista chileno Alonso de Ovalle dijo:
"Que
los habitadores de la América hayan tenido el conocimiento que los
demás gentiles de alguna deidad o deidades a quien reconocer y adorar
por Dios, lo testifican los magníficos templos que hubo en los poderosos
imperios del Perú y México, de los cuales hallaron los españoles en su
primera entrada muchos, muy ricos y bien adornados, como
se podría ver en los historiadores que de la una y otra América Austral
y Septentrional han escrito" (Ibid, p. 344).
El Inca Garcilazo de la Vega dice que los reyes incas habïan rastreado al verdadero Dios:
"Los
Reyes Incas y sus amautas [hombres sabios], que eran los filósofos
rastrearon con lumbre natural al verdadero sumo Dios y Señor nuestro,
que creó el cielo y la tierra" (Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los Incas, (Biblioteca Peruana: Lima, Perú, 1985), p. 47. Primera edición publicada en 1609.
Después
de señalar que los nativos de la antigua América creían en la
resurrección de los cuerpos, y en la inmortalidad del alma, el
historiador chileno Alonso de Ovalle concluye:
"De
lo cual me parece se puede colegir que esta gente tuvo alguna noticia
del evangelio antes que se la diesen los españoles; porque la fe de la
resurrección de la carne es tan propia de él, que no parece que pudieran haberla rastreado por otro camino" (Ibid, p. 346).
El
historiador norteamericano Williams H. Prescott se refiere al símbolo
de la cruz, que hallaron los seguidores de Hernán Cortés como algo
habitual entre los nativos de México y Centro América. Además, los
invasores españoles observaron con asombro una ceremonia que se parecía a
la misa católica. A los sacerdotes aztecas se les vio preparar una
torta de harina mezclada con sangre, que ellos consagraban y la daban a
la gente, quienes, al comerla, "mostraban señales de humildad y pesar,
declarando que era la carne de la Deidad".
Siendo esto así, la pregunta lógica es esta: ¿de dónde, o de quién, obtuvieron ellos semejante conocimiento?
Una prolija e intensa investigación documental ha proporcionado una respuesta tentativa, la que se da en este ensayo.
(Este pequeño libro aún sin publicar)
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