Este
ensayo fue el resultado de una intensa investigación documental, cuyo
propósito es presentar la voz de las naciones invadidas. En cuanto a los
vencedores, éstos ya han tenido tribuna para mantener su versión de los
hechos durante más de 500 años, gracias a historiadores adulones que se
han encargado de inculcarnos, desde nuestra niñez, la versión de los
invasores.
Cuando
Cristóbal Colón desembarcó en las costas del así llamado "Nuevo Mundo",
creyó erróneamente --al menos, al principio-- que había llegado a las
Indias Orientales; por ese motivo llamó indios a sus habitantes.
Con el tiempo, a esta palabra se le incorporó una connotación despectiva
para referirse a los descendientes de los habitantes originales de este
continente. Es parte del legado de Colón.
Desde
nuestros primeros años escolares, al tratar sobre el origen del hombre
americano, se nos inculca la imagen de un ser semiprimitivo, escasamente
vestido con un taparrabo, y con una lanza hecha de madera y pedernal en
la mano. Pero lo que los conquistadores encontraron tanto en el antiguo
México como en el Perú de los Incas no fue esa imagen estereotipada,
sino pueblos civilizados, con organizaciones militares, civiles, y
religiosas, con una bien desarrollada cultura que incluía un alto grado
de avance en la agricultura, arquitectura, astronomía, matemáticas, y un
noble código de ética y moral.
La
venida de los conquistadores españoles y misioneros católicos romanos
no fue una obra civilizadora, que aportara bienestar material o
espiritual a los habitantes de la antigua América. Al contrario, estos
aventureros trajeron consigo los peores vicios de su sociedad, iniciando
a los nativos en la práctica de la mentira, el engaño, el robo, las
inmoralidades sexuales, y contagiándolos con enfermedades venéreas. Todo
lo cual contrastaba con las elevadas normas éticas de los habitantes
originales de América, que en el Imperio Incaico se resumían en tres
preceptos: (1) ama sua (no seas ladrón), (2) ama lulla (no seas mentiroso) y (3) ama kella (no seas ocioso).
Según
el relato bíblico, la primera mentira en Edén fue introducida por una
serpiente. En cambio, la primera mentira en el 'Nuevo Mundo' fue
introducida por un cristiano español. Esto ocurrió cuando Cortés
preguntó a un embajador de Moctezuma si su señor tenía mucho oro "porque
era bueno para el mal del corazón, y que algunos de los suyos estaban
lisiados de él”. Teotlili respondió que sí tenía".
Que buena inciativa y esfuerzo, siga adelante distinguido escritor en pos de buscar nuestra identidad.
ResponderEliminarHola, después de varios años sin atender este blog, por razones laborales, hoy me pongo al día y subiré algunas cosas
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